Estas pruebas se realizaron en coordinación con el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos con la idea de demostrar que el esquema actual de comunicaciones que sirven para guiar y controlar a estos aviones es vulnerable y, por tanto, piratear uno de estos aviones es algo que podría estar al alcance de mucha más gente de lo que, quizás, podrían imaginar.
Partiendo de esta idea, el equipo del Laboratorio de Radionavegación de la Universidad de Texas en Austin, bajo la batuta del Profesor Todd Humphreys, fueron capaces de interceptar al dron y alterar la señal GPS de guiado para modificar su trayectoria de vuelo y hacer que los operadores del avión perdiesen el control de éste. Lo más sorprendente de este hecho es que no necesitaron un equipamiento altamente sofisticado sino que emplearon un material que les había costado solamente 1.000 dólares.
Teniendo en cuenta que Estados Unidos no solamente tiene desplegados sus aviones no tripulados en zona de conflicto sino que también tiene planes de hacerlos volar dentro del territorio (como apoyo a sus agencias y fuerzas de seguridad), el hecho de que puedan piratearse lo convierten en una peligrosa arma y un problema para la seguridad del país y sus ciudadanos (aunque el gobierno pretendiese usarlos, precisamente, con la idea de garantizar la seguridad de éstos).